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El famoso perro de rescate alpino...



La fama, casi legendaria, que rodea al Hospicio del Gran San Bernardo se debe en gran parte a los famosos perros que de él tomaron su nombre. Fundado, o reconstruido, alrededor del año mil por Bernardo de Menton, acrediano de Acosta, el hospicio representó durante siglos refugio y salvación para los viajeros sorprendidos por el mal tiempo en esa alta ruta alpina.

Durante siglos los grandes perros de tipo molosoide se encargaron de la búsqueda de los caminantes extraviados. En un principio, sin embargo, esa función no estaba prevista: los perros de san Bernardo eran utilizados para rastrear la pista que, del lado suizo y del italiano, conducía al Hospicio, pista a menudo cubierta por las abundantes nevadas y que los monjes luego se ocupaban de limpiar. En el siglo XVII se pensó en utlizar a los perros también para buscar a las personas extraviadas o sepultadas por los frecuentes aludes: este fue el origen de la leyenda que nos ha legado la imagen familiar del perro con la botellita de licor colgando del cuello.

Barry, el más famoso, vivió en el convento a principios del siglo XIX y contó en su haber el salvamento de cuartenta personas. Desgraciadamente fue muerto por el extraviado número cuarenta y uno, a quien asustó esa especie de oso cubierto de nieve que le salió al encuentro. Su cuerpo embalsamado se conserva aún en el museo de Berna, y en el cementerio de animales de París se erigió un monumento en su memoria.

Hasta hace pocos años, cada mañana, uno de los monjes salía con un asistente del hospicio, llevando numerosos perros y visitando los puntos más peligrosos del paso por ambas laderas: exploraban una vasta zona y, si hallaban a una persona extraviada, el perro trataba de quitarle la nieve de la cara y luego corría al convento para conducir a otros monjes hasta el lugar. Ahora, gracias a la nueva autopista, el paso puede franquearse en cualquier mes del año y los perros son utilizados para guiar hasta el Hospicio a las comitivas de turistas.

Como perro "de aluld", el san Bernardo ha sido suplantado por el ovejero alemán y ovejero belga, que poseen olfato más desarrollado y no requieren ser criados en la alta montaña. Estos perros son adiestrados para rastrear al amo o al conductor semienterrados en la nieve en pozos de disntinta profundidad, luego, se pasa a pruebas con personas que no conocen. Su empleo no se limita a los aludes sino a todos los cataclismos, derrumbes y terremotos en que es necesariao desenterrar gente.

Si a los San Bernardo corresponde la primicia en cuanto a salvamentos en montaña, los Terranova ostentan sin duda alguna el record de salvamento en el mar: innumerables veces estos poderosos animales lograron poner a salvao a náufragos luchando contra un mar tempestuoso.

El San Bernardo y el Barril de licor en su cuello:

Realmente no llevan barriles. Nunca los han llevado. “La misión del perro es completamente abstemia –apunta El pequeño gran libro de la ignorancia–, aparte de que darle licor a una persona con hipotermia es un error garrafal”. La idílica imagen alpina la plasmó Edwin Landseer, pintor inglés, favorito de la reina Victoria, en 1831. Mastines alpinos reanimando a un viajero en apuros. Así tituló la estampa que se quedaría en el imaginario colectivo, en la que incluyó un San Bernardo con minibarril al cuello, “elemento añadido por el artista para darle interés al cuadro”. Antes de ser San Bernardo y llevar barriles hasta en pintura, se les conocía como “sabuesos de Barry, una corrupción del alemán Bären (“osos”)”. Uno de los primeros en pasar a la historia por su heroicidad fue Barry el Grande: “Rescató a 40 personas entre 1800 y 1814”. 


Fuentes:
Enciclopedia de bolsillo, Mitos desMitificados